martes, 20 de diciembre de 2011

Difícil



Amanda dice que he cambiado, que echa de menos lo que fui alguna vez. No sé cómo explicarle que es imposible volver atrás. Estos últimos días lo he pasado mal. Las desgracias nunca vienen solas, dicen, y a veces es verdad. 
Hoy hablamos solas, debajo del sol brillante, congeladas por el frío. Fui sincera: no puedo seguir así. Recuerdo que ella me pidió un tiempo, no una eternidad. Recuerdo que me dijo que estaría aquí, pero no tan lejos. Dice que ha estado confusa, que ha pensado mucho. Y dijo que nos diéramos una segunda oportunidad. ¿Y qué sentí? Desesperanza. Casi angustia. Esto ya lo pasamos hace tiempo, no es nuevo. En este tiempo eterno Amanda se ha ido de viaje a un lugar donde no la encuentro. La echo de menos porque con ella todo era más fácil. Era tan fácil quererla y dejarse querer. Era tan fácil dejarme recorrer por sus manos y sus besos. Era tan fácil soñar con un futuro idílico. En estos meses sola he descubierto que la vida es mucho más complicada sin ella. Que a veces me duele tanto que siento que no podré seguir. Pero, sigo. Avanzo. Quizá más despacio. Pero por mí misma. Dependiendo de mí. Sin hacer daño a nadie. 
Estamos nadando en un vacío extraño que no entiendo muy bien. Ahora mismo, creo que es mejor no estar juntas. Hay muchas cosas que cambiar. No nos precipitemos. 
Tirarse demasiado rápido por el precipicio puede significar rompernos la cabeza o aprender a volar. 

sábado, 17 de diciembre de 2011

Visceral


Anoche lloré no sé si de alegría, de remordimiento, de alivio o de horror. Hoy intentando pensar con la cabeza fría he llegado a la conclusión de que no me comprendo aun a riesgo de parecer algo esquizofrénica.
Mateo me abrazó anoche. Empezó a hacerme cosquillas en la espalda. Su barba me hacía cosquillas en el cuello; creo que detectó que es un gran punto débil en mí. Mientras él me hablaba en voz baja hasta paulatinamente sólo dejar hablar al viento, dejé de pensar en Amanda, en todos mis errores, en toda la confusión que embrollaba a mi corazón. Simplemente me concentré en el contacto de la yema de sus dedos. ¿Cómo pasó lo demás? Creo que su dulzura hizo el resto.Y mi deseo de sentirme querida, de creer que podían amarme sin herirme. 
No quise besarle. No sé cómo confesarle que me aterroriza la certeza de que él tarde o temprano volará y mientras él recorre mundo con otra beca, yo me quedaré aquí con mi corazón. Tengo que cuidarle aunque probablemente crear un caparazón tampoco sea la manera.
Me acarició, buscó mi piel. Hubo un segundo en que quise que parara pero en vez de apartarle de mí, me aferraba a su camiseta. 
No hicimos el amor pero él sí me amó a mí. Y tras tener un orgasmo y no pensar en Amanda, lloré mientras él me arropaba intentando tranquilizarme. 
No he dormido nada, pero me siento bien. Se me han pasado las ganas de vomitar y no he vuelto a soltar ni una lágrima. 
Y aunque no me comprenda, sé que tengo que pasar página. Ya no hay vuelta atrás. Somos responsables de nuestros actos y nuestras decisiones; llegó el momento de estar sola.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El monstruo

                                                                           russfreeman

Creo que no he dejado de tener pesadillas desde hace semanas. El monstruo que está debajo de mi almohada es un viejo conocido. Fue al verle los ojos amarillos brillando bajo la tela, cuando sentí que me derrumbaba. Aquí está de nuevo, pensé, jugando al pilla-pilla.
Cuando pasas casi cinco años de tu vida con alguien dejas de pensar que estarás sola algún día, que nadie te comprenderá. Sabes que no eres perfecta, pero la maravillosa sensación de que alguien acepta e incluso ama tus imperfecciones, borra tus inquietudes. Y ahí está el fallo. Confías. A veces dejas de intentar mejorar. A veces dejas de cuidarte como debes. Confías. Y te dejas. Porque hay alguien en el mundo para ti. Y eso es lo más importante en la vida.
De nuevo el monstruo se asoma, me guiña un ojo; es travieso. Le gusta hacerme temblar.
Curiosamente, en este estado de ente fantasmagórico en el que me hallo, viviendo sin vivir, arrastrándome entre la autocompasión, la decepción y el miedo atroz, no dejan de ocurrirme sucesos que hace que piense que si existe Dios, está zarandeándome y gritándome en el oído: "¡Mira! Este es el mundo y está ahí para ti".
Necesito amar a otra persona. Pero no tan dolorosamente. Con condiciones.
No quiero tener que salir corriendo de nuevo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Tiempo

Amanda me pidió un tiempo. Me lo dijo entre lágrimas después de muchos días sin hablar por una discusión de la que ya no me acuerdo. Sabía que su silencio significaba esto, pero no me imaginaba cuánto iba a cambiar una persona que yo quiero tanto. 
Creo que he comprendido que es imposible mantener esta relación. Yo la quiero (egoístamente) en mi vida, pero no a costa de hacerla sufrir. Es difícil definir los diferentes tipos de amor, porque yo por ella los siento todos. 
Aunque me duela, ahora me toca estar sola. Pero ella me pidió un tiempo. Y el tiempo pasa....y sólo provoca en mí rabia y desesperación, porque prefiero las verdades que hieren a las verdades a medias. 
No sé cómo me siento. Sólo estoy segura que no hablar esto con una sólo criatura en el mundo me va a destrozar. Por eso os lo cuento ahora, sólo por la manía de contar, de vomitar las palabras que están clavadas en mi corazón. 
¿Cómo estoy? Intento no pensar, ni siquiera en mis errores o los suyos. Intento no pensar para no sentirme de nuevo fracasada y perdida. Cuando algún pensamiento se escapa de mi cabeza trato de que no haga mucho daño. "Son cosas que pasan...", "quizá te espera algo mejor", "ella se merece más..."; pero sé que por muchas palabras que me diga a mí misma, la incertidumbre de no saber qué pasará me seguirá carcomiendo.